Otra vez. Una vez más creí en ti, te defendí ante el mundo y
confié en que hubieras cambiado, en que tus palabras fueran ciertas y hubieses
dejado las mentiras a un lado. Pero era una causa perdida, apostar por algo que
en el fondo sabes que es imposible, por algo que ya te ha pasado más veces…
apostar para volver a perder.
Te confié mis secretos. Sabes que tengo miedo a perder lo
que tengo, a perderos a vosotros, a ti. Sabes que por eso lloro cada noche, por
esas pesadillas en las que os vais y vuelvo a quedarme sola… y sabes que lo que
me pasó es imposible de olvidar. Pero también sabes que contigo lo intenté, y
puede que lo consiguiera algunas veces. Por la luz de tus ojos, tu forma de
mirarme y tu capacidad de sacarme una sonrisa continuamente. Pero no una
sonrisa normal, no de esas que cada vez me salen con más facilidad para poder
ocultar la realidad. No. Una sonrisa real y totalmente sincera. Una sonrisa de
las nuestras.
Pero detrás de todas tus sonrisas, de todos tus abrazos y de
tus miles de palabras, de todos los momentos en los que me hacías sentir
especial, en los que era tu princesa… detrás de todo eso se escondía alguien
como los demás, un mentiroso al que le encanta jugar con las personas, que sabe
lo que le conviene y actúa con respecto a eso. Alguien que me ayudó a quitar
todos mis muros y todas las barreras que rodeaban mi corazón para volver a
romperlo en mil pedazos. Y lo fácil es dejar que los trozos se caigan, pero lo difícil
es romperse y sostenerlos en su sitio. ¿Y sabes lo peor? Que cuando te dije que
ya no me quedaban fuerzas para otra decepción más era cierto. Ya no me veo
capaz de mantenerlos por más tiempo en su sitio…
Y aquí estoy otra vez, robándole la sonrisa a las personas
felices para poder mirar a la gente sin echarme a llorar.