Hacía
mucho que no entraba en el blog, y mucho más que no escribía en él. Bueno, en
ninguno. Hacía mucho que no era capaz de sentarme frente a una hoja en blanco y
hacerle frente a mis sentimientos.
En
realidad yo debería estar estudiando. Estoy en plena semana de exámenes y me
quedan otras dos, así que podéis imaginaros cómo me siento: triste cada cinco
minutos y angustiada cada tres. Pero llevo unos días leyendo los blogs de dos
amigos que tienen que escribirlos para clase, y me han concedido en honor de poder
verlos. La verdad es que no pueden ser más distintos, el de ella es de una
historia sobrenatural con personajes reales, y el de él es una mezcla entre sus
pensamientos y su yo interno, con el que lucha cada día para ser como es. La
cuestión es que, a pesar de ser tan opuestos (y tan perfectos), ambos me han
inspirado para volver a intentar enfrentarme a mis sentimientos, y a los
pensamientos incoherentes que se cruzan en mi mente cada noche.
Hace
algunos años, cuando aún estaba en el colegio, tenía un concepto de la realidad
totalmente distinto al de ahora. Mi vida se centraba en estudiar a diario y
quedar con mis amigas los fines de semana, y mi mayor problema era la discusión
que podía tener con cualquiera de ellas, que se solucionaría un par de días
después.
Cuando
salí del colegio me di cuenta de que nada estaba más lejos de la realidad. Nos
mantenían en una burbuja cerrada sin que fuéramos conscientes de lo diferente
que era aquel mundo de en el que de verdad vivimos. En unos pocos meses pude comprobar
que, las que habían sido mis amigas de toda la vida, rehacían sus vidas en las
diferentes universidades, y que tan solo una, mi mejor amiga, continuaba a mi
lado pasara lo que pasase.
Sin
embargo también encontré a otras personas que han sido importantes para mí. No
todas han estado siempre que las he necesitado, porque de esas hay muy pocas,
pero sí que han estado durante algún tiempo, acompañándome y haciendo el viaje
de mi vida un poco mejor.
Mi mayor
miedo es quedarme sola. Pocas personas son consciente de esto, y de hasta qué
punto llega dicho temor, y sé que es algo que me va a acompañar durante toda mi
vida. Será porque soy una desconfiada, por el daño que me han hecho y las
experiencias que he vivido, o simplemente porque me hicieron así y es algo que
me acecha cada noche cuando me acuesto. La verdad, no sé porqué, pero eso no es
lo importante. Lo importante es que, a pesar de que soy consciente de que ese
miedo va a ser mi compañero de viaje para siempre, he aprendido a entender que
hay gente que no está hecha para quedarse en mi vida. Que hay gente que sólo
puede permanecer en ella un tiempo limitado y que, cuando se agota, no tienen
más remedio que abandonarla quieras o no. Y les echas de menos, y les odias por
ello, y cada día te repites a ti misma que ojalá todo volviera a ser como
antes. Y lloras, y pegas a la pared, y rezas porque vuelvan. Pero sabes de
sobra que nada de eso servirá, que no volverán y que, pasado un tiempo, aprenderás
a quererlos en pasado y a vivir con el recuerdo de lo
que un día fuisteis.
Como ya
he dicho, conocí a mucha gente cuando salí del colegio. Gente que no era como yo,
que no venía de la misma burbuja de la que salíamos nosotros, lo que les hacía
distintos y más interesantes. Muchos ya no están en mi vida, o por lo menos no como
estaban antes, y otros han aparecido más tarde, a lo largo de los años. Pero
todos, repito TODOS, me han enseñado algo. Gracias a ellos he aprendido a ver
la realidad tal y como es, a valorar a los amigos de verdad y el tiempo que
tienes para estar con ellos. A ser sincera porque los que de verdad merezcan la
pena te querrán tal y como eres, y también a callarme algunos comentarios
innecesarios que sólo algunos podrían comprender. Me han enseñado que la vida
no es como nos la pintaban en el colegio, que nada es fácil y que tienes que
esforzarte para conseguir lo que quieres. Que Roma no se construyó en un día y
que para recolectar, primero tienes que sembrar. Pero también me han enseñado
que nadie es lo que parece, que todo el mundo tiene dos caras y que es muy
posible que una de las dos no te guste pero tengas que aceptarla. Que hay gente
mala, egoísta y falsa, pero que también hay buenas personas, amables y
cariñosas. Sólo tienes que encontrar a las personas adecuadas. Y las
encontrarás, no lo dudes. Es solo cuestión
de tiempo.